“El caso de los impuestos a la salud” se llama el artículo escrito por Masood Ahmed, presidente emérito del Centro para el Desarrollo Global, y Minouche Shafik, quien fue subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicado en IMF Finance & Development Magazine, la revista insignia y plataforma editorial digital del FMI.
En la publicación se señala que las economías en desarrollo se enfrentan a una creciente presión fiscal debido a la desaceleración del crecimiento mundial, el agobiante servicio de la deuda y los drásticos recortes en los presupuestos de ayuda internacional. En este escenario, se afirma que el aumento de impuestos al tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas podría ser parte de la solución.
Estos impuestos, que a menudo se implementan para mejorar la salud pública, también ofrecen importantes beneficios fiscales: pueden generar ingresos para gobiernos con dificultades económicas y reducir la dependencia de financiadores extranjeros, a la vez que reducen los costos de la atención médica al disminuir los casos de enfermedades no transmisibles como el cáncer, la diabetes y los accidentes cerebrovasculares.
Un aumento del 50% en el precio del tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas mediante impuestos más altos podría recaudar 2,1 billones de dólares para los países de ingresos bajos y medios en cinco años, según el Grupo de Trabajo sobre Política Fiscal para la Salud. Esto equivale al 40 % de su gasto público en salud y supera con creces la ayuda oficial al desarrollo, que actualmente asciende a unos 223.000 millones de dólares al año.
Varios países ya han introducido estos impuestos. Los sucesivos aumentos del impuesto, especialmente al tabaco, en Filipinas triplicaron los ingresos pasando de 1.000 millones de dólares en 2012 a 2.900 millones de dólares en 2022. Esto contribuyó a financiar el seguro médico universal. Lituania duplicó su recaudación fiscal per cápita sobre el alcohol al aumentar el impuesto especial a la cerveza, el vino y las bebidas espirituosas entre 2015 y 2022. Este impuesto representa actualmente el 3% de los ingresos públicos totales.
El tabaco representa el mayor riesgo para la salud, provocando más de 8 millones de muertes prematuras al año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El alcohol es responsable de 2,6 millones de muertes adicionales al año, y las bebidas azucaradas contribuyen al aumento de la obesidad y la diabetes tipo 2.
La investigación demuestra que los aumentos de impuestos que elevan el precio de estos productos nocivos en un 50% salvarían 50 millones de vidas en los próximos 50 años y evitarían importantes problemas de salud. Estos beneficios para la salud se distribuyen progresivamente, ya que las personas con menos ingresos son las que más reducen su consumo de estos productos nocivos como respuesta al aumento de precios, junto con disminuir sus costos de atención médica. Además de los impactos progresivos en la salud, esto compensa cualquier efecto regresivo sobre los ingresos, convirtiendo los impuestos a la salud en una política progresiva en general.
Beneficios económicos
El impacto en la mortalidad y la morbilidad del tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas también tiene importantes implicaciones económicas se señala en “El caso de los impuestos a la salud”. Cada año en Estados Unidos las muertes prematuras relacionadas con el tabaco y las afecciones de salud relacionadas con el tabaquismo resultan en casi 180.000 millones de dólares y 185.000 millones de dólares en pérdidas de productividad, respectivamente, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. Los investigadores han estimado que el costo económico del consumo de alcohol asciende al 2,6 % del PIB mundial, principalmente por pérdidas de productividad.
Mejorar la salud pública libera presupuestos para otros servicios. Hoy en día, se gastan anualmente más de 2 billones de dólares en el tratamiento de las cinco principales enfermedades no transmisibles. Si los países no logran frenar el aumento de casos mediante políticas como los impuestos a la salud, los costos se volverán insostenibles.
Si bien los impuestos a la salud benefician tanto a la salud como a los ingresos públicos, se utilizan insuficientemente y se establecen a tasas demasiado bajas. La tasa promedio del impuesto al tabaco es del 42% del precio de venta al público, muy por debajo del objetivo del 75% de la OMS. Además, los impuestos a la salud no se ajustan al ritmo de la inflación, lo que significa que su impacto se reduce con el tiempo. De hecho, los cigarrillos se volvieron más asequibles en 41 países entre 2016 y 2022.
Presión política
Estos impuestos tienen escasas o nulas repercusiones económicas, especialmente en comparación con otras formas de financiar el desarrollo: no causan distorsiones económicas en la oferta ni reducen el empleo, ya que los consumidores desplazan el gasto a otros sectores. Los gobiernos pueden mitigar el riesgo de un mercado negro para estos productos mediante una aplicación más estricta de la normativa. Incluso cuando se produce comercio ilícito, este no anula la capacidad de recaudar ingresos y reducir el consumo.
Puede que los políticos se resistan a imponer impuestos más altos, pero una amplia gama de países, con gobiernos de todo tipo, han demostrado que es posible dice la investigación. Los aumentos de los impuestos a la salud incluso cuentan con el apoyo público, especialmente cuando se enfatizan los beneficios para la salud. Encuestas en Colombia, India, Jordania, Tanzania y Estados Unidos han demostrado sistemáticamente que la mayoría de la gente apoya el aumento de estos impuestos, especialmente cuando se explican los beneficios para la salud y se destinan los ingresos a servicios públicos.
Los gobiernos, especialmente en las economías en desarrollo, deben justificar un aumento drástico de los impuestos a la salud. Deben comprometerse a aumentarlos regularmente por encima de la inflación y el crecimiento económico para garantizar que los impuestos aumenten en términos reales y que estos productos se vuelvan menos asequibles con el tiempo. Es la mejor estrategia en tiempos de restricciones y será beneficiosa para la política fiscal y la salud pública.