Carolina Goic, Directora Ejecutiva CECAN y Académica UC;
Guillermo Paraje, Académico Escuela de Negocios UAI
Según datos del SENDA (14º Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar de Chile, 2021), anualmente unos 110 mil niños y niñas de entre 12 y 17 años comienzan a fumar. Casi 15 mil de ellos son de octavo básico. Pese a una leve disminución, Chile todavía tiene una de las más altas prevalencias de consumo de tabaco juvenil del mundo y la edad promedio de inicio de consumo es a los 14 años. Somos, además, uno de los pocos países donde las niñas fuman más que los niños.
Pese a que todavía no hay productos autorizados para la venta, en los últimos años se ha registrado un alto uso de cigarrillos electrónicos entre escolares, estimándose que casi 150 mil los consumen. El 35% de los que consumen cigarrillos electrónicos también consumen cigarrillos tradicionales, lo que refuta el argumento de que estos dispositivos son herramientas de reemplazo. Estos productos, que son nocivos para la salud y cuyos efectos de largo plazo aún no se conocen, están a punto de salir al mercado lícito chileno sin impuestos específicos. Esto implica que los costos por los daños a la salud que estos productos generen van a ser asumidos por la sociedad sin que ésta reciba nada a cambio.
El consumo de productos con nicotina, como el tabaco o la mayoría de los cigarrillos electrónicos, genera una adicción que en la mayoría de los casos dura toda la vida. El consumo de tabaco implica, además, enormes costos de salud asociados al tratamiento de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, cánceres (1 de cada 3 muertes por cáncer en Chile se deben directamente al consumo de tabaco).
Se estima que, en atenciones de salud por enfermedades ligadas al tabaco, Chile gasta el equivalente al 10% de lo que se destina anualmente a salud (público y privado).
La necesaria discusión sobre listas de espera en el sector público de salud debiera enmarcarse en cómo disminuir esa lista adoptando medidas de prevención de los factores de riesgo que llevan a las personas a enfermarse. Una de esas medidas, la más costo-efectiva, es el impuesto al tabaco.
En Chile hace 10 años que no aumenta el impuesto al tabaco, aunque los precios de los cigarrillos han aumentado fuertemente en el mismo período, incluso por sobre la inflación. Esto implica que las tabacaleras se han llevado recursos que podría haber recibido el Estado para tratar enfermedades.
Se estima que un aumento del 20% en el impuesto al tabaco, reduciría el consumo (lícito e ilícito) en un 8% y la cantidad actual de fumadores en un 4%. Esto implicaría una disminución de casi 100 mil fumadores y de por lo menos 50 mil muertes futuras atribuibles al tabaco. A propósito del pacto tributario, donde no debería haber diferencias mayores es en subir impuestos al tabaco y gravar productos nuevos y nocivos, como los cigarrillos electrónicos. Esperamos que el Gobierno y el Congreso lo concreten.
Columna publicada en La Segunda el 31 de mayo de 2024.